''Demasiado guion y poca verdad'' Conocido periodista destroza el nuevo Sálvame de Netflix: María Patiño estalla como nunca

Una de las mejores cosas de Sálvame era cuando la espontaneidad de los colaboradores brotaba: los fuertes provocaban, los débiles explotaban y la escaleta saltaba por los aires. Cualquier cosa podía pasar en unas discusiones surrealistas que nadie sabía cómo iban a acabar. A veces traspasaban algunos límites, sí, pero el programa producía una extraordinaria tensión que dejaba al espectador absolutamente pegado al televisor, vibrando mientras presenciaba un momento único e irrepetible que luego se convertía en meme.

En Netflix, las cosas son muy distintas. Sálvese quien pueda es un programa (demasiado) enlatado y, por lo tanto, mucho más acotado que el original, sin la frescura e ingenio que conservó casi hasta sus últimos días en Telecinco. Las broncas de los tertulianos siguen siendo lo mejor, pero no consiguen igualar esa autenticidad que producían en directo.

Hay una gran discusión en Sálvese quien pueda que tiene a Lydia como protagonista. Y eso jamás ha fallado. No hay nada como humillar a la periodista para que desbarre y todo se descontrole. En ese sentido, Lozano ofrece el mejor momento, por no decir el único, para los nostálgicos de aquellas tarde de cuatro horas en sofá. Los otros dos pilares son Belén Esteban -tiene ganas de hacer televisión y pone mucho de su parte- y María Patiño, que acaba siendo más generosa de lo que probablemente se había imaginado.

El resto decepciona. Hay una apatía generalizada en Kiko Hernández, absolutamente desdibujado, Terelu (Terelú a partir de ahora) Campos y Kiko Matamotos, que solo se salva por las dos o tres veces que recupera el olfato del 'eje del mal' que tantos momentos de gloria dio en el pasado. Lanza un par de pullas a sus compañeros y solo por eso se gana el sueldo. Chelo García Cortés ni está ni se le espera. Y Victor Sandoval solo asoma la cabeza cuando puede retomar el culebrón que protagonizó con Nacho Polo.

'Sálvese quien pueda': demasiado guion y colaboradores sobreactuados

El programa está excesivamente guionizado y lo peor es que se nota. Es lógico que un docureality de este tipo, como lo fue Las Campos, tenga una escaleta para provocar situaciones y ejercer de hilo conductor. También sucede en Soy Georgina y ocurría en Alaska y Mario -hacer televisión no es encender la cámara y grabar-, pero en Sálvese quien pueda se ven demasiado las costuras de ese precocinado que no da un resultado tan brillante como los momentos únicos y extraordinariamente surrealistas que el equipo de Sálvame conseguía cuando ponía en marcha sus malvadas y divertidas mentes.

Aquí predomina ese acting artificial de los colaboradores que anula la genialidad que los hizo únicos en sus tardes de gloria. Brillaban más encerrados en las cuatro paredes de un plató de la carretera de Fuencarral que en las calles de Miami, que es donde se han rodado los tres capítulos que Netflix estrena el viernes a las 21.00 -horario Deluxe, por cierto- a la espera de que los otros tres lleguen a comienzos de 2024. Lo dicho, Sálvese quien pueda.

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